No existe el
error del cual no se aprenda. Errar, por definición, es sinónimo de
“desacertar”. Un examen que unx
reprueba, una comida que se nos quema… son ejemplos de planes en los que hemos
fallado o que no nos han salido de acuerdo a nuestras expectativas. Esto se
puede deber a varios factores de distinta índole y, para progresar en la
dirección que deseamos, tenemos que identificarlos.
En una segunda
oportunidad dedicaremos más tiempo al estudio (o trataremos con otros métodos)
y prestaremos mayor atención al tiempo de cocción y la temperatura del horno.
Si aún no nos resulta a la perfección, podremos ir variando y, con toda
certeza, nos acercaremos cada vez más al resultado deseado. Lo importante es
perseverar en la tarea.
Muy
distinto, aunque suene parecido, es el “ser errante”. Esto implica el “ser
vagabundo, ambulante, sin domicilio cierto”; es decir, ir de una parte a la
otra sin rumbo asegurado.
Claro que
todxs hemos tenido momentos en los cuales sentimos una falta de dirección
(sobre todo, en períodos como la adolescencia o durante alguna crisis
personal). Podemos ser errantes, pero lo importante es que esto no se prolongue
en el tiempo, pues no trae consigo satisfacción alguna.
Para llegar a un lugar (siendo esto es
necesario para el desarrollo personal) no siempre es necesario saber de
antemano qué camino vamos a tomar, pero sí debemos tener metas planteadas (ya
sea a corto, mediano o largo plazo)…el camino, se ve muchas veces sobre la
marcha. Pero, en cambio, si no se sabe a dónde se va, se puede tomar una
dirección cualquiera y terminar al otro lado del planeta. Luego, si no la pasa
bien ahí se preguntará (o le preguntarán)
por qué diablos fue. Al no encontrar motivos o responsables más allá de la
dirección en la que sopló el viento el día en que partió, podrá reconocer que
no sólo no la pasó bien sino que no sacó provecho alguno de la situación. Sin
fines de crecimiento personal que direccionen las energías que usamos en el
trayecto, no encontraremos más que un vacío enorme y una falta de
resarcimiento.
Claramente,
tenemos que trazar un mapa para [¿llegar a?] la felicidad.
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