domingo, 15 de diciembre de 2013

Torbellino de cambios

Qué loco toparse con un mensaje viejo "destinado a ..." o una foto de fiestas pasadas en la cual estábamos con tal o cual persona que ya no vemos tan seguido o que, incluso, no hemos vuelto a ver.
Porque son postales, ya raramente impresas, que nos llevan a quiénes éramos en aquel momento de nuestra vida y hacen pensar en la distancia que nos separa de ese ayer. Cabe preguntarse si acaso este cambio de hábito -el de las fotos impresas por el del conservar el archivo de manera digital- no sea un reflejo del cambio social, en donde una relativa estabilidad anterior ha dejado lugar al predominio de lo etéreo, volátil, virtual, relaciones de menor compromiso y de duración más acotada.
Ya no imprimimos las fotos, ¿para qué? ¿Para montarlas y desmontarlas al momento?
Si bien no se las imprime, por lo menos se las conserva como archivo. Ocupan espacio en el disco rígido, me abarrotan el pendrive, pero... ¡son tan de unx! ¿Borrarlas? Lo he pensado, pero no me atrevo; son recordatorios de cómo hemos llegado a dónde estamos y a quién somos hoy.
Los avances tecnológicos, la producción masiva de objetos (y de información) y los consecuentes cambios en las estructuras economicas y sociales configuraron -a finales del s.XIX- un torbellino social, elegantemente descripto en el libro de Marshall Berman, "Todo lo sólido se desvanece en el aire", donde la inseguridad acarreada por la inestabilidad de los cambios que se suceden -cual fichas de dominó- es moneda corriente.

Y ya que hablamos de inestabilidad, vale destacar que el cambio constante (aunque espero no de un ritmo vertiginoso, como en el mundo de Bermann) también está en nosotrxs.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Feedback

   
Un amigo mío tiene la certeza de que cada unx es como es y, así, en su actual estado encuentra personas que lx amen tal cual; que lo que podemos ver como “defectos” o cosas a mejorar, otrxs lo verán como características del sujeto, al querrán enteramente… con todo el paquete.

Partidario de la no-crítica al Otrx, en ocasiones me ha parecido que antes de emitir una -por más constructiva que esta pueda resultar- prefiere interpretar que él y la otra persona han partido por caminos separados y darle un adiós interno (un “hasta luego”).

Claro que toda crítica es plausible de causar heridas, dependiendo siempre de cómo se la plantee. Si lo que buscamos es una crítica constructiva o directamente brindar feedback – ¿por qué no?- podemos refinar el arte de dar este tipo de devoluciones y hacernos un favor a ambos. Quizá esas pequeñas diferencias no resulten en caminos separados sino en elecciones ligeramente distintas de ambas partes y la aparición de algún pasaje en el medio por el cual se pueda seguir disfrutando de la compañía.

 Un tramo más, ¿qué me dicen? 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Realidades paralelas

En quinto año escribí una monografía acerca de la obra de Marco Denevi y de cómo no se sabía con certeza qué pasaba en cada relato de su autoría. Partiendo de distintos cuentos suyos (como Ceremonia secreta, e inclusive en Rosaura a las diez), observé que Denevi siempre  dejaba abierta la puerta a varias lecturas distintas de un mismo hecho. En este trabajo comparto yo algo en común con el autor (o, al menos, con su recurso estilístico): supongo que no hay sólo una realidad sino que las realidades de los seres humanos son tantas como números de humanos existen, que algunas de ellas se solapan, pero que otras ni siquiera se tocan por tener algunxs concepciones y miradas tan disímiles a través de las cuales observan el mundo que lxs rodea.

Con la salvedad de las leyes físicas -como la gravedad-, que podemos desconocer pero nos continúan afectando a todxs, ninguna realidad o hecho es la única -ni la única “correcta”-  visión de lo que intenta expresar.

Como explica Derek Sivers en una charla de Tedex (la misma titulada “¿Raros o simplemente diferentes?”), cualquiera sea la idea brillante que tengamos o escuchemos, lo opuesto también puede ser acertado. Esto apoya mi hipótesis –acaso compartida por nuestro amigo Marco Denevi- de que no hay sólo una lógica, ni una realidad. Si los extremos opuestos pueden ambos acertar…¿por qué no visiones intermedias?

Sivers compara modelos de costumbres orientales con otras occidentales. Menciona, entre otras cosas, que los médicos en algunos países como China reciben un sueldo cuando los pacientes están sanos, pues se considera su trabajo mantener a las personas sanas y no sacarlas de la enfermedad -como entendemos nosotros.



Link a la charla de Sivers, acá.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Errar sí. Ser errante, no.

No existe el error del cual no se aprenda. Errar, por definición, es sinónimo de “desacertar”.  Un examen que unx reprueba, una comida que se nos quema… son ejemplos de planes en los que hemos fallado o que no nos han salido de acuerdo a nuestras expectativas. Esto se puede deber a varios factores de distinta índole y, para progresar en la dirección que deseamos, tenemos que identificarlos.
En una segunda oportunidad dedicaremos más tiempo al estudio (o trataremos con otros métodos) y prestaremos mayor atención al tiempo de cocción y la temperatura del horno. Si aún no nos resulta a la perfección, podremos ir variando y, con toda certeza, nos acercaremos cada vez más al resultado deseado. Lo importante es perseverar en la tarea.

Muy distinto, aunque suene parecido, es el “ser errante”. Esto implica el “ser vagabundo, ambulante, sin domicilio cierto”; es decir, ir de una parte a la otra sin rumbo asegurado.

Claro que todxs hemos tenido momentos en los cuales sentimos una falta de dirección (sobre todo, en períodos como la adolescencia o durante alguna crisis personal). Podemos ser errantes, pero lo importante es que esto no se prolongue en el tiempo, pues no trae consigo satisfacción alguna.

 Para llegar a un lugar (siendo esto es necesario para el desarrollo personal) no siempre es necesario saber de antemano qué camino vamos a tomar, pero sí debemos tener metas planteadas (ya sea a corto, mediano o largo plazo)…el camino, se ve muchas veces sobre la marcha. Pero, en cambio, si no se sabe a dónde se va, se puede tomar una dirección cualquiera y terminar al otro lado del planeta. Luego, si no la pasa bien ahí se preguntará (o le preguntarán) por qué diablos fue. Al no encontrar motivos o responsables más allá de la dirección en la que sopló el viento el día en que partió, podrá reconocer que no sólo no la pasó bien sino que no sacó provecho alguno de la situación. Sin fines de crecimiento personal que direccionen las energías que usamos en el trayecto, no encontraremos más que un vacío enorme y una falta de resarcimiento.


Claramente, tenemos que trazar un mapa para [¿llegar a?] la felicidad.